A sus 27 años esta actriz es directora de una fundación, embajadora de Buena Voluntad de la ONU, y si su futuro esposo decide lanzarse a la Alcaldía de Cali, podría ser primera dama de esa ciudad.
En entrevista exclusiva con Diners habló sobre sus nuevas facetas.
Son las cuatro de la tarde. Afuera cae un fuerte aguacero. Taliana llega a la entrevista, en un restaurante del norte de Bogotá, bajo un paraguas negro, vestida con jeans ajustados, botas de cuero color miel, camiseta blanca y abrigo cámel.
Al verla se nota que mantiene la sencillez y frescura de su niñez cuando trepaba palos de mango en el jardín de la casa de su abuela en Santa Marta y corría descalza por las playas persiguiendo jaibas. Su madre, María Paulina Carrillo, recuerda que siempre ha sido alegre, “bailaba con todo, hasta con el ruido de la licuadora. Todos los sonidos eran música para ella”. Y añade, que al ser la mayor de cinco hermanos, siempre ha sido responsable y generosa.
Es dulce, pero firme. Dice lo que piensa, y aunque no lo manifiesta, le molesta que la encasillen en estereotipos. Tiene varias facetas. Las más conocidas, la de reina de belleza –fue Miss Colombia en 2007 y al año siguiente Virreina Universal– y la de actriz. Reconoce que han sido experiencias invaluables, pero sus prioridades han cambiado.
Desde que anunció, en octubre pasado, su compromiso con el empresario caleño Alejandro Eder, el tema que surge en todas las entrevistas es el de su matrimonio. Sin embargo reconoce que es de lo último que quiere hablar. No solo considera que se trata de algo personal e íntimo, sino que tiene muchas otras cosas que contar.
Una casa en el árbol
Hace dos años, cuando grababa la telenovela del ídolo vallenato Rafael Orozco, se reencontró con una realidad con la que siempre coexistió: la pobreza extrema de algunas de las comunidades en los sectores marginales de la capital del Magdalena. Por mucho tiempo su abuela, Nitta Abello, trabajó en la Casa de la Cultura, y ha dedicado su vida a ayudar a los demás. Su madre ha hecho lo propio. De ellas heredó la vena de la filantropía.
Por eso no sorprende que decidiera destinar gran parte de sus ingresos para crear una fundación –financia el 70 % de los gastos de funcionamiento–. “Cada día me concientizaba más del país en que vivimos y de lo privilegiada que he sido. Pensé, no gasto ni la cuarta parte de lo que gano. Sí, compro mis cositas…, pero siento la necesidad de dar, de servir, de hacer algo por los demás”.